sábado, 26 de enero de 2013

AMURGA

En los suelos mas antiguos de Las Islas Canarias, que conocemos como macizos antiguos, aparecen barrancos espectaculares, como es el caso del Barranco Hondo y el de Berriel en el Macizo de Amurga. Desembocan en el sur de la isla de Gran Canaria tras recorrer la seca meseta, y encajados en profundos desfiladeros de unos 300 metros de profundidad albergan un microclima que propicia una exuberante vegetación de bosques termófilos y una rica avifauna que aprovecha la numerosas cavidades de la roca. Es este unos de los escenarios en los que se refugian con frecuencia los protagonistas.

"(...) –Quiero tener un hijo tuyo –le dijo de repente y sin más explicaciones a Gumidafe, que parecía atragantarse por momentos. El pastor guerrero la miraba con desazón  al comprender que el grado de locura de aquella mujer resultaba inquietante.
–¿Un.., un hijo? –preguntó titubeando Gumidafe e intentando quitarle importancia a la propuesta, mientras intentaba deshacer a mordiscos el trozo de carne seca con cierto nerviosismo.
–Bueno, en realidad serán dos –aclaró Andamana, recordando la predicción de la pitonisa y observando como el extrañado Gumidafe, miraba el techo de la cueva, sin apenas poder tragar.
Andamana se daba cuenta que tenía que convencer a aquel hombre, que ya se había tendido sobre la estera, y, sin atreverse a mirarlo, le fue confesando todos sus secretos y ambiciones, en las que le tenía reservado un importante papel. Mientras miraba aquel paisaje, Andamana recorrió la historia de su vida, entre gotas de lágrimas y de rencor. Sin embargo, casi al final de su largo relato, le llamó la atención un ruido se iba haciendo cada vez más intenso hasta que descubrió aquellos desatentos ronquidos de Gumidafe, que yacía dormido, esparramado en el suelo sin ningún tipo de pudor y con una leve sonrisa. Cuando Andamana giró su cuerpo hacia él, observó aquella sonrisa del desconsiderado personaje que se hallaba perdido en un profundo y confortable sueño, constatando que todo su sentido alegato había sido estéril.
Inesperadamente, los ojos de la loca parecían explotar de rabia y, como si hubiese tomado un extraño veneno, su cuerpo se enrojeció por el fuego del orgullo y sus dientes parecían querer destrozarse entre sí. De improviso se abalanzó sobre la víctima dormida, pretendiendo estrangularla. El desconcertado Gumidafe luchaba por quitársela de encima confesándole lo que pensaba de ella. (...)"


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